La comunidad de Atacama vive momentos de profundo recogimiento tras conocerse el fallecimiento de Monseñor Gaspar Francisco Quintana Jorquera, obispo emérito de la Diócesis de Copiapó, quien partió la madrugada de este sábado 27 de diciembre, a los 89 años, en la Residencia Santo Cura de Ars, en la ciudad de Santiago.
La Diócesis confirmó la noticia destacando el legado humano, espiritual y cultural de quien condujo la Iglesia atacameña durante 13 años, período en el que se consolidó como un pastor cercano, comprometido con los más vulnerables y con una visión integral de la fe.
Nacido en Santiago el 5 de octubre de 1936, Monseñor Quintana perteneció a la Congregación de los Misioneros Claretianos y se distinguió por una sólida formación académica. Fue Doctor en Teología, con especialización en Mariología, y Licenciado en Pedagogía Musical por la Universidad de Chile, disciplina que marcó profundamente su ministerio pastoral.
Su vocación integral lo llevó también a desarrollar una estrecha relación con el arte y la cultura, así como con el deporte, titulándose como entrenador de fútbol bajo la tutela del reconocido técnico Fernando Riera. Estas facetas lo convirtieron en un obispo singular, capaz de tender puentes entre la Iglesia y la vida cotidiana de las comunidades.
Antes de asumir como obispo de Copiapó, colaboró activamente junto a Monseñor Fernando Ariztía en la organización de la tradicional Fiesta de Nuestra Señora de La Candelaria. Su aporte a esta devoción es recordado hasta hoy: fue creador de la Misa Solemne con Canto a lo Divino, autor del “Trotecillo”, del Himno de la Virgen y de la oración a La Candelaria, expresiones que forman parte del patrimonio espiritual y cultural de la región.
Nombrado obispo por el Papa Juan Pablo II el 26 de mayo de 2001, ejerció su ministerio con un estilo marcado por la sencillez, la cercanía con los humildes y una firme defensa de la justicia social. En territorios como el Valle del Huasco, su voz fue clara en la protección de la dignidad humana y del derecho al agua limpia.
Durante su episcopado, la Catedral de Copiapó se transformó también en un espacio abierto a la cultura, acogiendo conciertos y encuentros musicales, muchos de ellos interpretados por el propio obispo, quien encontraba en la música una forma de evangelización y encuentro comunitario.
Tras presentar su renuncia por límite de edad en 2014 ante el Papa Francisco, Monseñor Gaspar Quintana solicitó regresar al Santuario de Andacollo, donde continuó acompañando a los peregrinos con humildad y espíritu de servicio, hasta el final de sus días.
Su partida deja un profundo vacío en la Iglesia de Atacama, pero también un legado que perdurará en la memoria de quienes lo conocieron y en la vida espiritual de la región.